19 de diciembre Atravesando los Andes hacia Bariloche
Yanko nos ha atendido de maravilla, ha sido muy buen anfitrión. Mientras Luis se va a Valdivia a cambiar el coche, yo me quedo con
las niñas en nuestro encantador hotel, pegada al ordenador buscando alojamiento para Navidad, que no es fácil.
Gracias a las gestiones de Luis hemos conseguido una reducción de precio en los dos coches y el permiso para cruzar a Argentina. A
media tarde ya estamos instalados muy cerca de San Carlos de Bariloche. El paso de la frontera no puede ser más espectacular, los
picos nevados de los Andes, el resol que escapa entre las nubes, los lagos que parecen espejos, los cóndores volando entre los pinos,
las praderas verdes, las casitas tirolesas de madera ... un auténtico sueño.
Paramos en todos los miradores. Las vistas son irresistibles. Lagos enormes con frondosas islas en sud aguas y rodeados de montañas
nevadas. Luis se queda absorto mirando los paisajes intentando grabarlos en su memoria para siempre. Según bajamos el puerto del Cardenal
Antonio Samore, atravesamos Villa Angostura, un pueblito que es como el Tirol, lleno de casitas de madera y pizarra con florecitas
en las ventanas? ¡¡Qué bonito!!
Nos instalamos cómodamente en nuestra cabañita de las afueras de Bariloche y allí pasamos la tarde tranquilos.
20 de diciembre Día de lluvia
Hemos descansado hasta bien tarde porque ha amanecido con un temporal de perros y no se ve nada de nada. Llueve bastante y hace mucho
viento. Aún así decidimos ir a Bariloche, con la esperanza de que despeje, pero no tenemos suerte, de modo que nos resignamos y aprovechamos
para visitar el Museo del Chocolate.
La visita resulta amena y muy instructiva para las niñas. Sara no deja de hacer fotos y Ainhoa no para de hacer preguntas. Vemos las
máquinas con las que fabrican los bombones y aprendemos el origen y la historia del cacao. Obviamente, picamos y nos compramos unos
ositos de chocolate rellenos de dulce de leche. ¡Deliciosos! ¡Qué pecado!
Como no para de llover nos vamos a un centro comercial a comer y ver algunos juguetes. Papá Noel ya está cerca y hay que darle alguna
pista.
21 de diciembre Bariloche, ciudad de miradores
Como no podía ser de otra manera, la suerte Muñiz Quintana nos acompaña y hoy hace un día espléndido para poder ver los alrededores.
El pueblo de Bariloche en sí no nos impresiona excepto por algún edificio aislado y por su iglesia, pero en cuanto sales del casco
urbano se empiezan a ver multitud de casas de estilo alpino en madera y piedra con los balcones llenos de flores por todas partes
en un entorno natural fuera de serie.
Hacemos el llamado Circuito Chico que nos lleva por la carretera que bordea el lago Nahuel Huapi hasta otros lagos y cerros desde
los que se ven las cumbres nevadas cercanas. Visitamos el hotel Llao-LLao, construcción de lujo de 1935 situada estratégicamente en
lo alto de un promontorio entre dos lagos y frente a un pequeño puerto deportivo. El edificio es precioso y las instalaciones que
lo rodean de primera clase, incluyendo un gigantesco campo de golf y unos jardines tan escrupulosamente cuidados que parecen suaves
alfombras en las que pasean las ocas y pastan los ciervos. Hace un frío que pela pero las vistas son sublimes. Allá a donde mires
ves una foto de calendario, mientras en el cielo los halcones y los cóndores vuelan sin parar. Por el camino nos encontramos con una
pareja de alemanes que lleva un año de viaje por el mundo con su propio coche y haciendo excursiones en bici. Intercambiamos información
y experiencias.
Llegamos a
De vuelta a Bariloche subimos al mirador de Cerro Campanario al que se puede llegar en un teleférico o en coche a través de un camino
de montaña. Elegimos la segunda opción porque el telesilla está cerrado por viento. Bariloche es conocida mundialmente como la ciudad
de los miradores y no es para menos. La panorámica desde Cerro Campanario es única. A tus pies se encuentra el pueblo de Bariloche
seguido de un precioso valle dominado por el interminable lago Nahuel Huapi y la pareja de lagunas Moreno rodeadas de un manto verde
limitado en el horizonte por los enormes picos de la espectacular cordillera de los Andes.
Pasamos la noche en Villa Angostura, un pueblito alpino cercano a la frontera con Chile.
Desde aquí reservamos hotel en Puerto Natales,
el pequeño asentamiento que da entrada al Parque Nacional de las Torres del Paine. Las opciones son pocas y caras. En estas fechas
todo está hasta la bandera porque se juntan las fiestas de Navidad y el comienzo de las vacaciones de verano. Las reservas por Internet
son siempre una lotería, así que esperemos que esta vez hayamos hecho una buena elección.
22 de diciembre Amanecer en Villa Angostura. Ocaso en Puerto Mott
Madrugamos de nuevo para pasar la frontera cuanto antes y llegar a tiempo a Valdivia para entregar el coche. Luis se ha levantado
a las 5 de la mañana y se ha ido a fotografiar el amanecer. El sol tiñe las rocas de las montañas de un color anaranjado, la nieve
de las cumbres adquiere un brillo especial y el agua de los lagos se torna púrpura formando un paisaje increíble reservado únicamente
a los madrugadores. Nosotras preferimos gozar de otros placeres como el caliente blanco de las sábanas, que tampoco está nada mal.
Tras devolver el coche y después de tres horas de autobús divisamos Puerto Montt. Al llegar a cualquiera de estas ciudades, al principio
parece que no va a haber nada interesante y que son bastante sencillas, pero una vez te instalas y pateas un poquito, en todas descubres
que hay una zona céntrica bastante entrañable y paseos con rincones que merecen la pena.
En este caso, Puerto Montt tiene un amplio y moderno paseo marítimo con bonitas vistas y atardeceres. Caminamos hasta una pequeña
feria al borde del mar en la que las niñas disfrutaron de la noria y una pequeña montaña rusa. Estamos ya bastante al sur y aquí anochece
casi a las once. No te das cuenta de lo tarde que es y acabas cenando a media noche y metiéndote en la cama de madrugada. Así que
cenamos de milagro en una hamburguesería y descansamos para el vuelo del día siguiente a Punta Arenas.
23 de diciembre Sin hotel en Puerto Natales
SITUACION: Llegamos a Punta Arenas a las cinco de la tarde y en una hora nos toca decidir si quedarnos a dormir allí o alquilar un
coche y hacer los
PROBLEMON: Por el camino llamamos al hotel que teníamos reservado para confirmar que llegaremos tarde. Nos dicen que lo sienten mucho
pero que teníamos que haber llamado antes, y que ya tienen ocupada la habitación. Total, que nos encontramos en mitad de ninguna parte,
rodeados de desierto y montañas, casi a las once de la noche en plena temporada alta y ¡NO TENEMOS HOTEL TODAVIA! Para colmo somos
cuatro personas. Nos ponemos como locos a llamar desde el móvil a todos los teléfonos de hoteles que tenemos mientras vamos hacia
allí. Todo parece estar lleno y nos van a crujir con el Roaming, pero da igual. No sabemos cómo, pero lo tenemos que resolver.
SOLUCIÓN: Después de preguntar en tres o cuatro hoteles que estaban completos, en un pequeño hostal a la entrada del pueblo nos recomiendan
un hotelito donde les quedaba la última habitación para cuatro. La vemos y gracias a Dios está bastante bien. Cerramos el precio y
cenamos cruzando la calle.
Es casi media noche pero no nos queda más remedio que decidir lo que haremos mañana; ¡Es el día de Nochebuena! Las alternativas son:
O Puerto Natales que es un pueblecillo de pescadores sin atractivo alguno con hoteles pequeños y sin ningún ambiente o irnos al parque
nacional de las Torres del Paine que está a