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25 de marzo        En Hong Kong y sin pasaje a la India

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Unos problemas con nuestros billetes de vuelta al mundo nos retrasan la gestión de visados y nos obligan a volar a Hong Kong antes de lo previsto. Llegamos a Hong Kong casi a media noche, agotados sin hotel, ni dinero ni nada planeado. Sacamos algo de efectivo en un cajero y buscamos rápidamente el mostrador de reserva de hoteles. Cuando al fin lo encontramos está cerrado. Alguien nos dice que hay un segundo mostrador al otro lado de la Terminal, de modo que salimos para allá más veloces que el correcaminos. Aceleramos más si cabe al ver a lo lejos que la señorita está cerrando las persianas. Llegamos con la lengua fuera y conseguimos que nos haga una reserva “in extremis”, bastante cara por cierto. Sacamos nuestro as de la manga, es decir, la guía Lonely Planet”, hacemos un par de llamadas y reservamos una alternativa de alojamiento mucho más económica.

Con nuestras mochilotas, cogemos un taxi y nos dirigimos a Kowloon, un barrio al norte de la península de Hong Kong, justo al otro lado de la bahía. Llegamos al primer hotel a la una de la madrugada. Nos encontramos en unas callejuelas un tanto tétricas, tipo Montera, con demasiada gente en la acera para las horas que son. Nos cuesta encontrar la entrada del hotel que al final resulta ser una especie de hostal con una entrada en la primera planta, lo que no nos convence. Por suerte nuestra segunda opción está a menos de cien metros en una calle principal y además nos dan una suite porque no les quedan habitaciones estándar. No está mal para ser improvisado, pero sigue siendo caro.

Solo en este rato ya nos hemos dado cuenta de que LOS CHINOS…

A- Son muy bordes y tratan de timarte. (El taxista intentó cobrarnos un 50% más)

B- Son más feos que los japoneses. Más bien morenos que amarillos y con la cara más aplastada.

C- Son unos cerdos. No dejan de eructar y escupir. Cada poco rato oyes un carraspeo…y puaf!! Un adornito gratis al pavimento.

Conclusión: Hay que tener mucho cuidadito con ellos.

26 de marzo        Los consabidos visados

Lo primero que tenemos que hacer es conseguir los visados para India y China. Aunque Hong Kong es parte de china, tiene un régimen diferente por haber sido protectorado inglés, pero el resto del país necesita visado.

Estamos en la península de Kowloon, así que tenemos que coger un barquito para llegar al sector financiero y administrativo que están en la isla de Hong Kong. La ciudad es pequeña, pero no lo parece pues toda la costa está llena de rascacielos. Algunos de ellos, para evitar desplazamientos, se reparten la mitad en oficinas y la otra mitad en viviendas y centros comerciales. O sea, que desayunas en la planta 71, coges el ascensor para trabajar en el piso 23 y por la tarde haces la compra en la segunda planta. Es decir, no sales del edificio ni para fumar. Quizá sea práctico, pero suena a Colmena Gran Hermano. Pero como hay poco espacio y mucho chino, pues todo se construye hacia arriba.

Llegamos a la oficina de visas de China, nos tragamos la cola, rellenamos los formularios y cuando llegamos a la ventanilla, nos dicen que necesitan quedarse los pasaportes CINCO días para tramitar el visado, lo que significa no poder solicitar el de India hasta que nos los devuelvan y pasar más de diez días en Hong Kong. ¡Maldita sea! Anulamos la gestión y decidimos probar suerte en la embajada de India. Afortunadamente no se quedan los pasaportes, les basta con una fotocopia, lo que nos da margen para solicitar el visado chino, pero la oficina de tramitación de India está cerrada. ¡Hemos perdido el día! Tendremos que empezar otra vez desde el principio mañana.

Volvemos al hotel en metro. El suburbano de Hong Kong tiene merecida fama de ser el segundo mejor del mundo después del de Moscú, y realmente lo es. Todas las estaciones tienen paneles que separan el andén de las vías para evitar accidentes. Normal; son tantos y se dan tantos empujones que todos los días se debían caer tres o cuatro al agujero. Además los mapas son luminosos y te dicen en que estación estás y cuál es la siguiente.

De camino a Kowloon, buscamos otro hotel más económico y lo encontramos. El alojamiento en Hong Kong es bastante caro, sin embargo la comida es muy barata. El plato típico es el mero y los restaurantes los exhiben vivos en grandes peceras a modo de escaparates. Cenamos los cuatro por unos seis euros y nos vamos a descansar.

27 y 28 de marzo        Aburridos en Hong Kong

Los dos días siguientes fueron bastante aburridos. Nos sentimos atrapados en esta ciudad triste con poco que ver, en la que no teníamos pensado parar y donde el mal tiempo no ayuda demasiado. Pero no se puede hacer nada, tenemos que esperar.

La mañana del viernes dejamos solucionado la solicitud de las visas y como no tenemos nada mejor que hacer, paseamos por la ciudad. En las calles hay mucho barullo; gente, coches, ruido e infinidad de carteles luminosos por todas partes: Masajes, comida, ropa, móviles…de todo.

El aire no está limpio, hay como una neblina extraña mezcla de calima y polución. En muchos momentos, no se ve el final de los rascacielos. Recorremos un parque céntrico en el que hay un aviario gigante junto a unos lagos y unos columpios en forma de excavadoras donde las niñas se lo pasan en grande. De vez en cuando te encuentras a algún chinillo haciendo Tai Chi y a otros que se relajaron tanto que se quedaron dormidos en un banco. Intentamos ir al zoo, pero se pone a llover. Sin apenas opciones nos vamos de compras un rato y hacemos el cambio de hotel. Pasamos la tarde allí metidos.

El sábado amanece gris también. Chispea sin parar, así que Luis está harto y ha decidido quedarse en la habitación planificando India y actualizando la página web. Mientras tanto Amaya, Sara y Ainhoa se acercan al museo de la ciencia que está frente al hotel. Allí se tiran tres horas tocando botones y experimentando con aparatos de todo tipo. Las niñas se lo pasan  bomba.

Comemos espaguetis en un restaurante de Snoopy. Aquí tampoco hay mucha variedad en los platos. Excepto los de sushi, donde Amaya no puede comer y que a las niñas no les gustan, los demás no salen del tres por cuatro de tres rodajitas de pato o cerdo con un buen perol de arroz, noodles o sopas de color marrón que cualquiera sabe lo que llevan. Desde luego el menú típico de los restaurantes chinos de España, aquí no lo hay.

29 de marzo        El mercado de peces y flores

Hoy, para hacer algo entretenido con las niñas, nos vamos a tres paradas de metro al famoso mercado de Golden Fish y Flower Street. Es una zona de mercadillos en los que puedes encontrar de todo. Cada calle está dedicada a una cosa.

Nada más salir de la estación nos sorprende el colorido de las aceras llenas de puestecillos ambulantes bajo la jungla de carteles publicitarios. De repente nos invade un olor un tanto nauseabundo; son los restaurantes callejeros que cocinan vísceras y otros productos de casquería. En el golden fish market muchas tiendecitas tienen colgadas en la parte de fuera cientos de bolsitas transparentes con un poco de agua y un pez tropical dentro. Otras más grandes, exhiben acuarios enormes y divinos con corales, anémonas y un montón de peces de colores. La calle tiene como secciones dedicadas a diferentes animalillos. Puedes pasar de las tiendas de peces, a las de conejos, luego a las de perros, tortugas, gatos, etc.

Doblando una esquina encontramos la calle de las flores, de la que vemos poco porque se acerca  la hora de la Formula 1 y Luis no se lo quiere perder. Nos volvemos al hotel sin ver la calle de los pájaros, lo sentimos un poco porque seguro que las jaulas son espectaculares, pero tampoco nos da mucha pena ya que en todas partes te advierten que no te acerques ni toques a los pájaros por el tema de la fiebre aviar que aquí todavía sigue latente. Como la tele del hotel no retransmite la carrera, a Luis se le ocurre llamar a su casa por Skype y ve las carreras a través de la webcam. ¡Y el caso es que funciona!... Esta es la familia Mc. Gyber.

Llegamos a China.
Estamos en Hong Kong
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Rascacielos y más rascacielos intentan aprovechar hasta el último metro de terreno
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Este es el mero que nos vamos a cenar esta noche...
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Un banco en el parque es un buen lugar para relajarse. Desde luego esto es Oriente.
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Las calles están abarrotadas de carteles y anuncios y llenas de tiendas y comercios.
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El pato laqueado, una de las especialidades de la comida china, se sirve por todas partes.
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En muchos lugares el olor es insoportable, pero esto es lo que hay. Mientras tanto, las niñas a lo suyo que es disfrutar con todo bicho viviente que se cruce en su camino.
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La reina de la familia y sus dos princesas disfrutando en la calle de las flores.
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