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Paseamos de templo en templo visitándolos todos. Algunos de ellos son bellísimos con mucho colorido por fuera e inscripciones o pintura por dentro. En alguno de ellos hay ciervos correteando, lo que nos recuerda un poco a Nara. Los que más nos gustan son el nepalí, el indonesio y el birmano.

Al volver al tuc-tuc nos encontramos a Krishna dentro dormido como un ceporro con los pies saliendo por uno de los ventanucos.

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Por la tarde, con los huesos machacados por el traqueteo, volvemos al Ganges. Contratamos un paseo por el río a un barquero muy joven y muy simpático. Le preguntamos que si se baña en el Ganges y nos contesta que cada mañana. Le decimos que si no le importa que esté sucio a lo que responde con firmeza: “No me preocupa en absoluto. El Ganges es mi madre y la madre cuida de sus hijos. Llevo bañándome desde pequeño y nunca me he puesto malo” Sin duda está convencido ¿Qué va a decir?, si se enfermara seguro que sería porque Buda así lo ha querido, no porque se cogió una infección del carajo por uno de los millones de gérmenes que habitan en el “agüita” del río.

Krishna y su peculiar manera de echarse la siesta dentro de su tuc-tuc
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Sara y Ainhoa llevan de nuevo unas velitas que les hace ilusión poner en el río. Nosotros, mientras, rezamos para que ni siquiera nos salpique una gota de los remos. Las niñas se lo pasan bomba en la barca. De repente vemos algo flotando a nuestro lado. - Mamá ¿Qué es eso que flota? Cuando nos acercamos un poco más... ¡AGGHHHHH!..,¡qué ascooo! es  un perro muerto e hinchado por la putrefacción, ahí flotando, como si fuera otra velita. Comentario de Luis: ¿Te imaginas que un día drenaran el río para limpiarlo? - Nooo, no quiero ni pensar lo que debe haber en ese fondo….

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En uno de los Gahts hay una ONG que busca soluciones para limpiar el río. Después de mucho esfuerzo consiguieron instalar unas depuradoras que al final eran caras y contaminaban mucho el ambiente, con lo que lo tuvieron que dejar y es que esto no tiene solución, está olvidado de la mano de Dios, de Buda y de Alá juntos….

Con todo y eso, el paseo en barca es inolvidable; por la luz mágica sobre el Ganges al anochecer, el fuego de las piras funerarias, las cúpulas de los Ghats dibujando en sombras el horizonte, las luces y la música del festival, la silueta de las barcas en tinieblas iluminadas por cientos de ofrendas y velitas flotando en el agua… Es lo que tiene India, te abruma y te enamora al mismo tiempo.

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Ya en tierra, se nos acercan de nuevo muchos niños para tocar a las niñas y hacerse fotos con ellas. Aprendemos sus nombres y jugueteamos con ellos: las niñas a veces se apuran un poco pero los críos son inocentes y aceptan que se les acerquen, aunque también han aprendido a ser firmes y apartarles cuando les agobian demasiado.

Ainhoa y Sara con sus velitas...
Y, por supuesto, Amaya también

9 de abril        Baño purificador en el Ganges

Luis se pega el madrugón y a las cinco de la mañana está en pie para ir a ver el espectáculo de las abluciones matinales en el río. Al amanecer, el camaleónico Ganges nos sorprende con una imagen más cotidiana. Sus orillas aparecen salpicadas de lavanderas vestidas y con el agua hasta las rodillas que enjabonan la ropa y la aclaran después haciéndola girar sobre sus cabezas antes de golpearla fuertemente contra una roca. Las oscuras y desoladas gradas de la noche se ven ahora como un mosaico de color con las sábanas y ropajes extendidos por toda su superficie. Es como un gigantesco cuadro de Mondriani hecho realidad.

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Un nuevo día comienza a orillas del Ganges. Entre pétalos de flores y ropajes tendidos al sol para secarse, la mañana adquiere nuevas tonalidades de color.

Familias enteras acuden a purificar sus cuerpos bañándose en las aguas sagradas. Hombres, mujeres y niños comparten la orilla y se mezclan entre rituales de incienso y ofrendas florales. Los hombres, de piel centrina, se sumergen en taparrabos o pintorescos calzones blancos, mientras las mujeres entran tímidamente en el agua cubiertas por sus saris de mil colores. Los brahamanes han comenzado a instalarse bajo sus enormes sombrillas en las márgenes del río. En sus pequeños altares atienden a sus fieles y redimen peregrinos. El sol brilla ya con fuerza en el cielo, cada vez hay más gente que incrementa el bullicio y la explosión de matices y gama de tonalidades. Las fotos se acumulan en el objetivo de la cámara. Quizá el momento más fascinante vivido hasta ahora en este paradigmático país.

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Las orillas del rio y las escalinatas de los ghats se pueblan de gentes de todo tipo que se acercan al Ganges a bañarse, a purificarse, a rezar, a lavar la ropa,a quemar a sus muertos...

Al mediodía despegamos hacia Katmandú en Nepal a ver montañas, bosques verdes y otras culturas,… o eso creemos. En el vuelo ¡No nos lo podemos creer! sándwiches de queso y un pastel de nueces ¡NORMALES! Están riquísimos y ¡NADA PICANTES!. Desde el avión vemos queKatmandú se parece bastante a lo que acabamos de dejar. Por Dios que el hotel esté bien.

Nos vamos a Nepal a cambiar de aires

El aeropuerto es mínimo y la sala de inmigración un tanto caótica. Los oficiales lo hacen todo a mano. Apuntan en unos papeles que luego no saben donde ponen, de modo que para registrarnos a los cuatro tardan una eternidad. Afortunadamente, esta vez vienen del hostal a recogernos en una especie de jeep que se cae a trozos pero ya estamos acostumbrados. Es curioso, porque luego ves a los locales apretujados dentro de esos autobuses con 20 manos de pintura que no sabemos ni cómo ruedan ya y van tan dignos ellos.

El ambiente es diferente. Para empezar, hay aceras. Las tiendas son tiendas, no cuchitriles. El tráfico es igual de caótico y las oleadas de gente por todas partes también. Sin embargo, las casas están terminadas y sus fachadas rematadas con unas ventanas muy bonitas. La mayoría culminan en áticos con grandes terrazas llenas de plantas.

El hostal nos encanta. Coca cola de bienvenida, patio interior con jardín y mesitas rodeadas de árboles y flores y un ambiente muy internacional. Nuestra habitación da a un ático magnífico en un sexto piso sin ascensor. Se ve toda la ciudad. La colina del templo de los monos a nuestra izquierda y las cumbres del Himalaya se perfilan entre la neblina tras el horizonte de una cordillera cercana.

La luz se corta cada dos por tres y entonces ponen en marcha un generador que parece la locomotora del transiberiano. La carta del restaurante ofrece comida internacional no picante y es súper barato. Pues aquí a comer y cenar los tres días. Por supuesto ni zumos ni agua ni nada. Todo embotellado y abierto por nosotros. Con la fruta también tenemos mucho cuidado, sólo plátanos y manzanas peladas. Nada de helados….Soñamos con las limonadas de Méjico y un bocata de jamón con tomateeeeee…..Hemos escrito un mail a Mikel, que tiene un compañero que es médico, a ver qué nos puede recomendar porque seguimos descompuestos todos, a pesar del triorfan.

Por la tarde Luis se queda descansando en el hotel, se lo tiene bien merecido y Amaya se atreve a salir con las niñas a la calle frente al hotel que está llena de tiendecitas. Ya han aprendido las niñas a caminar detrás de mí por si a alguno se le va la mano.

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Los ojos de Budha pintados en las estupas de Nepal no dejan de observarnos 
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Arriba, las niñas tomando un refresco en la terraza del hotel de Kathmandú. Abajo, Amaya no se fía de nada ni de nadie y va todo el día arrimada a las paredes... (atentos al mono que la espera un poco más allá)
El Nepal, situado entre la India y China, es la puerta de entrada para aquellos que quieran recorrer la cordillera del Himalaya o escalar alguna de sus cumbres.
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