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Si quieres ver el mundo, déjate llevar.

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Después de un épico viaje de casa de Michael al aeropuerto, por fin volamos otra vez. El vuelo nos ha sentado fenomenal desde el momento en el que entramos en el avión. Hacemos una larga escala en el aeropuerto de Hong Kong y seguimos hasta Beijing-Pekín en el mismo día. El aeropuerto de Pekín parece una base espacial, es magnífico en estructuras y amplitud y, lo mejor de todo, hay un señor esperándonos con nuestro nombre en un cartelito, ¡Qué ilusión hace esto! - ¿Nihaoooo? (¡hola! en chino).

Hola desde la Plaza de Tiananmen en pleno centro de Pekín. Las bicicletas han sido aquí nuestro medio de transporte.

16 de abril        De Delhi a Pekín

Vemos muchos Audis, Mercedes y cochazos de todo tipo, unas avenidas enormes y árboles verdes, muchas zonas verdes. ¡Vaya Cambio con respecto a India! y pensamos: pues vaya con la China comunista, uno no se imagina esto así después de haber leído tanta historia sobre el comunismo en este país. Para nuestra sorpresa y agrado Beijing es una ciudad moderna pero tranquila, con muchos parques y bien equipada para moverse fácilmente y además muy barata. Al igual que en Japón hay una mezcla de vida tradicional milenaria que convive en armonía con la últimas tecnologías.

Nuestro albergue-hotel está muy bien situado en medio de un “hutong” o barrio tradicional chino y muy cerca de las principales atracciones turísticas. El hutong es de pintores y artistas con lo que estamos rodeados de tiendas especializadas, librerías y salas de dibujo donde podemos ver las acuarelas sobre papel de arroz colgadas en largas hileras para secarse.

Los hutong son antiguos barrios construidos en trama y orientados siempre de este a oeste, direcciones marcadas por el feng-shui. Las callejuelas son estrechitas y las casitas bajas y pequeñas sin baño, lo que obligaba a construir baños públicos en cada esquina que todavía hoy existen y que a veces son el foco de un olorcillo desagradable. Normalmente se recorren a pie o en bicicleta por lo que no es común ver coches. Y allí la vida pasa tranquila y con sonrisas. Hasta que sales por una de sus calles a alguna avenida grande y entonces entras de lleno en el Siglo XXI.

Tenemos dos habitaciones comunicadas y en el restaurante del albergue hemos almorzado estupendamente, comida china claro, pero de una calidad extraordinaria y buenas cantidades a una media de 2 euros por plato. ¡Estamos encantados! Hace muy buen tiempo y estamos a unos veinte grados. ¡Nos hemos recuperado de golpe!

La mejor manera de saborear Pekín es en bicicleta, el transporte nacional. Así que hemos estado alquilando dos bicis para llevar a las niñas detrás día sí y día no. La ciudad es llana y está habilitada para las dos ruedas con lo que no hay que hacer mucho esfuerzo, aunque sí un poco con lo que pesan ya estas dos. No hay calle o avenida sin carril bici y hay aparcamientos para ellas en todas partes. Se respeta mucho a los ciclistas y a veces hay cruces imposibles en diagonal, en los que parece que todo el mundo sabe unas reglas que no están escritas menos nosotros. Pero allá donde fueres, haz lo que vieres, así que a seguir a los chinitos. La gente nos mira porque les llaman la atención las niñas. También aquí parecemos famosos y nos piden hacerse fotos con nosotros. Les gusta poner a sus niños al lado de las nuestras. ¡tsien.tsen! ¡Tsien tsen! (¡gracias! ¡gracias!).

Nos llama la atención la tranquilidad espiritual que reina en la ciudad, tan distinta a India y sobre todo a Hong Kong. No podríamos catalogar Hong Kong como China. La antigua colonia inglesa es una amalgama con lo peor de ambas culturas, sin embargo Pekín y su gente son una delicia. Lo que más nos llama la atención son los sonidos guturales tan bruscos antes de escupir que se oyen a cada paso. Ellos y ellas. ¡¡QUE ASCOOOOOO!! Cuesta acostumbrarse y es que entre todos montan un concierto que pone los pelos de punta. Hasta las niñas han acabado diciendo AGGGGHHHH a grito pelado cada vez que oíamos uno. El caso es que en Pekín está prohibido escupir, pero todo el mundo lo hace. Es evidente que las olimpiadas del año pasado han cambiado la ciudad y sobre todo a la población. Se nota que hacen un esfuerzo por abrirse y por hablar en inglés aunque cuesta entenderse.

17 de abril        ¡Marchando un pinchito de alacranes! ¡Oído cocina!

Para no variar nos levantamos tarde y salimos más tarde todavía. En nuestras bicis, admirando el comienzo de la primavera, llegamos hasta Tiananmen, inmensa plaza repleta de historia y de una multitud de turistas chinos impresionante. Excepto por su grandeza en dimensiones no tiene nada de particular, únicamente el famoso retrato gigante de Mao sobre el muro bermejo que da entrada a la Ciudad Prohibida.

Continuamos paseando y nos topamos con una callecilla en la que hay una hilera de puestos de comida donde venden pinchos de todo lo que uno se pueda imaginar. A destacar, los de fresón con caramelo y los de caballitos de mar, pero también hay brochetas de grillos fritos, capullos de gusanos, saltamontes y alacranes. A Amaya se le empiezan a atragantar las fresas cuando de repente Luis decide comerse un pinchito de alacranes ¡Por Dios! ¡Y no sólo se comió uno, sino cincooooo escorpiones! uno detrás de otro para nuestro escándalo y su deleite.

Dice que saben como las gambas y la verdad es que nosotros en occidente también comemos caracoles, ostras o langostinos, que  si lo pensamos bien, no dejan de ser otro tipo de bichos ni más ni menos raros que los escorpiones o los caballitos de mar. Y así llegamos al hotel, Amaya medio mareada, Luis satisfecho de la hazaña y las niñas con ganas de cenar y todo.

18 de abril        Cumple de Sara en el Templo de los Budas y en el Jardín del Lago

Teníamos pensado ir a la Gran Muralla, pero hemos cambiado el plan por uno más tranquilo ya que nos han recomendado evitar las principales atracciones turísticas en fin de semana porque los festivos la afluencia normal de millones de chinos se multiplica por mil. Es curioso verles a todos en rebaños con sus gorritas de colores (casi todas rojas) siguiendo a los guías que llevan banderas altas para que nadie se pierda.

Montamos en nuestras bicis y visitamos el Templo de los Budas, un conjunto de siete templos paralelos uno detrás de otro con mucho ambiente y devoción. Tanto los santuarios como los jardines son preciosos, pero la verdad es que ya estamos un poco cansados de templos y lo vemos relativamente rápido. Pasamos la tarde deambulando por un parque con muy buen ambientillo alrededor de un gran lago sobre el que hay puentes de piedra tradicionales por los que circulan los tucs tucs y bajo los que pasan las barcas llenas de gente relajándose en la tarde de sábado. Hay músicos callejeros y múltiples chiringos, restaurantes y terrazas del más puro estilo chill-out. Nos quedamos con ganas de volver otro día porque se nos hace de noche y la tarde además está muy nublada para hacer buenas fotos.  

También pasamos por el hutong más famoso de Pekín. Encantadora calle, ahora muy turística, con tiendecitas hippies en casitas tradicionales y llena de cafés con ventanales adornados con tiestos y flores que nos recuerdan los cafés tradicionales que se pueden encontrar en el norte de Europa.

De vuelta al hotel compramos un pastelito de chocolate y unas velas para celebrar el cumple de Sara. También paramos un rato en las tiendas de arte de nuestro hutong para observar a los artistas pintando las enormes acuarelas con motivos rústicos chinos o impresionantes motivos florales. ¡Esta ciudad tiene de todo y no deja de sorprendernos!

19 de abril        Dentro de la Ciudad Prohibida

¡Ah!...La Ciudad Prohibida. ¡Qué aburrido tenía que ser vivir allí! Tan grande, tan majestuosa, con unas decoraciones y unos tronos de oro que para qué, pero toda aislada y amurallada.

El domingo no es el mejor día para visitar la Ciudad Prohibida pero no tenemos muchos días y algo nos tenía que tocar en fin de semana. Nos las arreglamos para sortear las hordas de gente que vienen a visitar esta meca del mundo chino y con la ayuda de un audio-guía nos enteramos de cómo era la vida en palacio, de los hijos bastardos, de las concubinas de los emperadores, de los cascos de los guerreros, del ritual del té y del último emperador que acabó siendo jardinero. Las niñas, entre edifico y edificio, hacen su numerito sobre ruedas y nos hacen preguntas del tipo: ¿y qué comían? ¿Y por qué se volvió jardinero? ¿Y por qué no llevaban el pelo suelto?

Las dimensiones, la arquitectura y la decoración de la ciudad prohibida son fascinantes, sin embargo su mayor atractivo es su capacidad de transportarte a un tiempo no tan lejano en el que el recinto estuvo aislado y secreto durante más de cinco siglos durante los cuales las distintas dinastías se sucedieron y desarrollaron una vida endogámica dominada por el lujo y las tradiciones ancestrales de espaldas a un país que en el exterior luchaba por mantener su hegemonía y encontrar su lugar en un mundo en vertiginosa evolución hacia la modernidad.

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De nuevo en China, y esta vez en su capital, Pekín
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Por todos lados hay puestos de comida, a cada cual más extraña.
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Nos desviamos de la plaza para buscar la oficina de turismo pero después de dar un montón de vueltas no la encontramos así que nos quedamos en una calle peatonal comercial a curiosear. Como mañana  es el cumple de Sara aprovechamos en una tienda de juguetes y le regalamos ¡UNAS RUEDAS PARA LOS ZAPATOS!, que resultan un gran acierto pues:

 

La Plaza de Tiananmen sigue estando presidida por el retrato de Mao Tse Tung.
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1.       Las ruedas se iluminan con colores al rodar.

2.       No se las quita ni para ir al baño.

3.       Es el foco de las miradas allá donde vamos y como las domina, se permite el lujo de hacer piruetas y presumir con ellas en medio de la calle.

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¡¡ Marchando una ración de escorpiones a la planchaaaa....!!!
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Sencillamente impresionante. La grandiosa Ciudad Prohibida fue la cárcel de oro de los emperadores chinos
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