Si quieres que te diseñemos tu vuelta al mundo visita www.indomitum.com
Más de 3.000 vueltas al mundo
Si quieres ver el mundo, déjate llevar.
07 de mayo Volando hacia Tailandia
Hoy pasamos el día en el aire volando otra vez a Bangkok vía Kuala Lumpur. Evitamos el hotel que nos recomendó el afamado Jimmy la
última vez y reservamos otro mucho mejor y más económico a través de una página de reservas magnífica: www.beachsiam.com.
08 de mayo La isla de Phuket
Nos pegamos al madrugón y volamos a Phuket, meca de la vida hippy hace muuuuchos años y lugar preferido del turismo tropical
mundial, no sólo por sus playas, sino por su ambiente nocturno. Sus “full moon parties” o fiestas de luna llena son conocidas en todo
el globo.
Negociamos con un taxista a la salida para que nos lleve a Kata Beach, al sur de la isla, de ambiente más familiar y relajado que
Phuket capital. Kata está un poco vacía….estamos en temporada baja, bajísima lo que hace que los tailandeses se pongan excesivamente
pesaditos para atraerte a sus tiendecitas, restaurantes o masajes….pero ya sabemos decir NO amable pero categóricamente y con lo que
nos interese, a negociar a saco.
Llegamos a nuestro hotel, reservado en www.beachsiam.com y casi se nos cae la mandíbula al verlo, es un pequeño resort de chalecitos
con dos habitaciones y piscina a un precio que en España nos daría risa…….otra maravilla como la de Tulamben. Echamos de menos
la idea de couchsurfing y tener más contacto con la gente local, pero ni hemos tenido tiempo de prepararlo, ni creemos que es sitio
adecuado, la verdad.
Paseamos hasta la playa por la carretera porque no hay casi aceras sólo un andén estrecho con unos bloques de cemento tipo alcantarilla
corrida con agujeros ideales para partirse los tobillos pero que tragan mucho agua porque aquí cuando llueve, llueve de verdad. Y
comemos cerca del mar y hacemos nuestra primera incursión en el pueblo y sudamos un poquito más…….
09 y 10 de mayo Kata Beach
Kata es un pueblecito pequeño que se extiende a lo largo de la carretera paralela a la costa. Tiene una playa de ensueño que parece
haber sido trazada con tiralíneas. Nos recuerda mucho a Costa Rica, bordeada por la selva y grandes rocas rojizas. Repartidos al final
de la arena hay chiringos de todas las clases y colores: Restaurantes, tiendecitas de ropa, de masajes o de surf. El ambiente es más
tranquilo y muy diferente al de Patong la siguiente ciudad al norte que tiene fama de prostíbulo y juerga para guiris. Se ven muchas
parejas de tailandesas con extranjeros.
Nuestros días aquí discurren entra piscina, playa, sol y los paseíllos nocturnos frente al mar antes de cenar en alguna de las muchas
terracitas costeras. Al atardecer la arena de la playa se llena de mujeres tailandesas que encienden enormes linternas de papel que
suben hacia el cielo iluminándolo de una manera muy especial.
Entre piscina y playa, Ainhoa descubre los crepes callejeros. Aquí abundan una especie de motos a las que les adosan unos chiringuitos
móviles muy curiosos en los que venden frutas (la mayoría desconocidas para nosotros), zumos, o crepes de varios tipos. Y Ainhoa se
chupa los dedos con los de Nutela (como Nocilla) y chocolate. No perdona un día sin panqueque pagado por nosotros o con su paga. Otra
cosa que nos llama la atención es que en todos los restaurantes tienen juegos de mesa para que te entretengas mientras llega la comida
o tomas una copa. A nosotros nos encanta la yenca y jugamos con las piecitas de madera a ver quien consigue hacer la torre más alta
sin que se derrumbe.
11 de mayo Montamos en elefante
En Bali nos quedamos con ganas de montar en elefante porque era carísimo, sin embargo aquí en Tailandia es muy barato así que nos
vamos a quitar el gusanillo hoy sin falta. Cuando llegamos al lugar de la excursión nos encontramos cuatro elefantes adultos comiendo
y una cría jugueteando. Las niñas se acercan a ella y le dan unas hojas de palma mientras le acarician la cabeza y la trompa. ¡Están
muy emocionadas!
Subimos a una pasarela elevada para acceder a las sillas sobre la grupa del paquidermo y allí comienza nuestra traqueteada aventura.
Para empezar hay que cruzar la carretera, lo que no nos cuesta demasiado pues ningún coche quiere chocar con semejante mole. Un tailandés
sentado en el cuello del animal lo dirige mientras nosotros nos tambaleamos de un lado a otro al ritmo de los gigantescos pasos.
Subimos por la vereda de una colina con vistas al mar de Andamán rodando en video los trompicones y las risas que surgen sin parar.
Poco a poco vamos penetrando por la jungla y el paseo se hace más emocionante. De repente nuestros guías paran los elefantes, se bajan
y nos piden las cámaras para hacernos fotos a lo que sigue la propina correspondiente. Aprovechamos para bajar de las sillas y sentarnos
e incluso ponernos de pie sobre la cabeza del elefante. Mueven sus orejones golpeando suavemente nuestras piernas mientras resoplan
las trompas.
Hacemos el mismo camino de vuelta pero ahora es mucho peor…¡vamos cuesta abajo! A cada paso parece que nos vamos a caer de frente.
Nuestro culo y nuestra espalda están doloridos y empiezan a desear que termine el viaje. Por fin llegamos a las cuadras, nosotros
bajamos y relajamos las nalgas mientras los elefantes continúan con su ración vegetariana de nada menos que 300 Kg diarios. ¡Prueba
superada!
12 de mayo ¿Fiebre aviar o porcina?
Tratándose de Luis, seguro que es la segunda, je, je. Pobrecillo, ha pasado muy mala noche y se ha levantado con casi treinta y nueve
de fiebre. Le duele mucho la cabeza y apenas se puede mover de la cama. Atacamos con analgésicos en primera instancia. El dolor se
alivia pero no cesa, de modo que probamos con antibióticos y el tema mejora bastante. Teníamos planeado ir a las islas Phi Phi pero
habrá que retrasarlo un poco. Mientras Luis descansa, las chicas se bañan en la pisci, hacen deberes y juegan al sol.
13 de mayo Excursión en moto
Hoy Luis se encuentra mejor. Después del desayuno le da la vena y aparece con dos motos que ha alquilado. ¡Está harto de cama! Amaya
tiene que probar primero, no tiene el carné y le da un poco de miedo. Poco a poco le va cogiendo el truco hasta que al final de la
tarde hubo que quitarle del manillar con tenazas. Rodeamos la isla parando en todas las playas que vemos. Y es que si hay algo sensacional
en Tailandia son sus playas. Buceamos, tomamos el sol, nos bañamos y… por qué no, aprovechamos para hacer deberes en la arena. Para
comer paramos en un chiringo sobre la cima de un acantilado frente al mar. ¡Dios mío que vistas!
Estamos rodeados de parejitas un tanto pintorescas. Aquí es muy común ver a hombres extranjeros de edad avanzada con jovencitas locales.
Hay muchas tailandesas muy atractivas y nos imaginamos que con pocos escrúpulos. Nos preguntamos cómo va el asunto, pues lo que parece
es que están juntos por días o semanas enteras y que ellos les pagan absolutamente todo. También se ven parejas de nacionalidades
distintas que parecen ser estables. Al principio te resulta chocante, luego te vas acostumbrando y al final llegas a considerar que
quizá no sea una mala solución para algún que otro viudo. Nunca se sabe.
El caso es que nos tomamos unos sándwiches estupendos y continuamos con nuestro circuito de dos ruedas. Pasamos por un lago impresionante
que rodea una especie de club con columpios e instalaciones deportivas. No muy lejos vemos un templo con figuras de dragones y con
un pequeño embalse en el que nadan esos peces horribles con largos bigote. Les echamos migas de pan e intentamos cogerlos, pero no
hay forma.
Al atardecer nos acercamos a Patong, el pueblo vecino a ver el ambiente y los mercadillos. La atmósfera es mucho más animada y dinámica
que en Kata, pero también mucho más decrépita. Aparcamos las motos y nos vamos a un centro comercial a comprar unos bañadores que
necesitamos con urgencia, los que tenemos tienen agujeros y desgarrones al más puro diseño Robinson Crusoe. Ya de vuelta al hotel
hay que hacer esfuerzos para seguir a Amaya que le ha cogido el gustillo a la moto y la conduce de maravilla.
Mañana nos vamos por
fin a las islas Phi Phi.