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Reponiendo fuerzas para la dura jornada que nos espera.
 
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5 de junio        Entornando los ojillos

Esta es una frase de un profesor de dibujo de Amaya que no se le olvidará nunca. Algunos alumnos le preguntaban por trucos para ver mejor las sombras del natural y él, con acento andaluz respondía: .- “entonnnnnando loo ohitoo”. De la misma manera, nos pasamos hoy el día por la reserva, entornando los ojillos intentando ver todo lo que se mueve.

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Me levanto a las seis de la mañana y me voy de safari en solitario, mientras las féminas duermen plácidamente y se lo pierden todo. Normalmente la mejor hora para ver a las fieras es al amanecer y al atardecer, cuando hace menos calor y salen a cazar o a los abrevaderos a refrescarse. En sólo 45 minutos veo una leona que alimenta a su cachorro con una presa que acaba de cazar y varios elefantes. Ya en el campamento, desayunamos todos juntos y comenzamos nuestro segundo día de safari. Volvemos al lugar donde vi los leones, pero no hay suerte, ya se han marchado. Son casi las once y la temperatura se ha elevado considerablemente.

En un rellano cerca del río, localizamos los primeros hipopótamos. Es graciosísimo verles salir del agua resoplando y moviendo sus diminutas orejillas. Parecen inofensivos. En cambio, cuando bostezan abriendo su enorme bocaza llena de dientes descolocados de distintos tamaños, te hacen plantearte seriamente el estar tan cerca del agua. Durante el día vemos también grandes manadas de cebras y ñus, jabalíes, babuinos y más elefantes y jirafas.

Sin embargo, al atardecer aún nos quedan por encontrar cuatro de los famosos “cinco grandes” o “big five”: Leones, leopardos, elefantes, búfalos y rinocerontes. Por el momento las chicas sólo hemos visto elefantes y Luis también leones.

La denominación “cinco grandes” viene de la antigua época de grandes cacerías en los safaris africanos y no obedece al tamaño de los animales, sino a la dificultad y peligrosidad para darles caza. De este modo una jirafa, que es más grande que un león o un búfalo, no está incluida en el grupo porque no ofrecía mucha dificultad a la hora de apresarla, sin embargo un león o un búfalo se enfrentaban habitualmente a los cazadores incrementando el peligro y ganándose por mérito propio la pertenencia al elitista grupo de los cinco grandes.

Aprovechamos hasta el último minuto y  llegamos de nuevo por los pelos al campamento de Berg en Dal al sur del parque. Las instalaciones son más cucas si cabe que las de Skukuza. Todo más pequeño, pero más familiar también con un pequeño lago en el que descansan plácidamente los hipopótamos. Hoy el documental es sobre leones que cazan elefantes. Es impresionante ver como son capaces de atacar y vencer a esas moles, pero lo consiguen, aunque sólo atacan a adultos heridos o crías alejadas de la manada.

Cenamos frente a la terraza del río y nos vamos a dormir pronto. Mañana tenemos la intención de levantarnos temprano para aprovechar los mejores momentos del amanecer. Hoy el documental es sobre leones que cazan elefantes. Es impresionante ver como son capaces de atacar y vencer a esas moles, pero lo consiguen, aunque sólo atacan a adultos heridos o crías alejadas de la manada.

6 de junio        Tres hindúes de cebo

Por fin salimos a una hora decente. Son las seis de la mañana y en la penumbra del amanecer salimos en silencio hacia el abrevadero más cercano. De camino sumamos otro grande a nuestra lista. Un par de rinocerontes blancos pastan tranquilamente a pocos metros del sendero de arena.  ¡Menuda envergadura! Su enorme cabeza ocupa un tercio de su cuerpo. Es fascinante que hoy en día existan aún estos paquidermos antediluvianos desafiando la teoría de la evolución. Los rinocerontes blancos son más comunes y voluminosos que los negros, pero mucho menos agresivos. Las principales características que los diferencian, a parte del color de la piel y el tamaño, son la forma del labio superior y la longitud de los cuernos frontales, habiéndose registrado el record de 1,70 cm de largo. En el rinoceronte blanco los cuernos forman parte de su estructura ósea, mientras en el negro son una protuberancia de la piel.

Más tarde veríamos más rinocerontes y todos los animales de días anteriores, sin embargo lo que más nos ha divertido ha sido un grupo de indios que iban detrás de nosotros. La pinta digamos que un tanto “macarrilla” con coche “tuneado”, sub-woofer a toda caña, asientos deportivos reclinados y cervecitas bien a mano. Son escandalosos por naturaleza. Nos recordaron a aquellos otros hindúes de la excursión en canoa a la laguna luminiscente de Puerto Rico. Mientras todo el mundo remaba en fila con un silencio sepulcral, los hindúes no hacían más que cruzarse y pelearse por quién cogía los remos.

El caso es que acababan de llegar al parque y no encontraban ningún bicho. Y eso que llevaban unos prismáticos de campeonato. Cada vez que nos veían pararnos, acercaban el coche a nuestra ventanilla y nos preguntaban: .- Disculpe, señor, ¿Qué ven ahí? Y nosotros les indicábamos. Como aún así les costaba un poco, ni cortos ni perezosos, salían del coche en mitad de la sabana a mirar con los anteojos. Pero no se alejaban un metro o dos, si no más de treinta. Y cuando al fin veían los bichos, gritaban y se ponían muy nerviosos. Resultaba gracioso, sin embargo se estaban poniendo en una situación de gran peligro, como nos daríamos cuenta algo más tarde.

Comimos en el merendero de una colina con vistas a un lago y una panorámica interminable del parque. A pocos metros de nosotros se alimentaban un par de elefantes y las gacelas saltaban de un lado otro en pequeños grupos.

Una pareja de ancianos sudafricanos nos acompañaban. Llevaban años viniendo a Kruger y nos comentaron que un amigo suyo yacía justo en aquel sitio pues amaba el parque con toda su alma y pidió en su testamento que lo enterraran allí. Nos quedamos unos segundos en silencio meditando sobre la frugalidad de la vida. Lo que en nuestro caso nos empuja aún más a vivirla lo más intensamente posible, sin llegar al extremo de nuestros amigos hindúes.

Por la tarde, después de llegar al campamento Sara y Luis apuraron hasta el último momento y tuvieron la suerte de ver el tercero de los cinco grandes, una numerosa manada de búfalos avanzaba lentamente paralela a la carretera. En ocasiones, se te quedaban mirando fijamente y Sara reía sin parar;

.- Mira, mira Papá. Parece que tienen una peluca peinada con la raya en medio.

Y efectivamente es lo que parecía. Aunque el grupo era impresionante, me imagino que a los españoles, tan acostumbrados a los toros, los búfalos nos resultan menos llamativos.

Ainhoa y yo nos quedamos en el campamento y aprovechamos para hacer la colada y mientras tanto nos vamos al paseíllo que hay por el borde del campamento y el río. Y vemos un par de hipopótamos nadando y en la orilla del río. Como a unos diez metros de distancia un elefante se está haciendo la “toilette” con el barro. Nos da la espalda y vemos cómo empieza a escupirse barro y agua por encima con la trompa y de repente cruza las patas traseras y empieza a balancearse de una forma extraña. La poca gente que hay alrededor empieza a reírse igual que nosotras porque nos da la impresión de que en realidad le pica la entrepierna y con ese movimiento y el barro que se ha echado encima, se puede frotar y aliviar el picor. Es comiquísimo. Después, se acerca a un árbol que hay medio tumbado a la orilla y se frota con el distintas partes del cuerpo. Qué pena de cámaras….

Por la noche, justo antes de la cena, celebramos nuestro undécimo aniversario de boda con un buen rioja. ¡Dios mío, once años ya, más casi otros doce de noviazgo! ¡Viva el masoquismo!

7 de junio        Somos de la National Geographic

Último día en Kruger. Luis insiste en que vayamos hacia el Norte del parque pues es la zona más propicia para ver leones. Y aunque sabemos que es muy difícil sólo tenemos esta oportunidad, así que allá vamos.

Nada más salir del campamento volvemos a ver dos rinocerontes, esta vez una hembra con su cría a unos metros de la ventanilla. No se puede empezar mejor el día. Continuamos y a media mañana vemos algunos coches parados cerca de una charca. Hay un Kudu muy grande dentro y unos animales que se mueven a su alrededor:

.- ¿Qué son mamá? ¿Leones?

.- Sí eso parece, no veo bien con las hierbas pero,…no noooo, ¡Son hienas!

No entendemos mucho qué pasa hasta que haciendo zoom con la cámara nos damos cuenta de que el Kudu está herido y sangrando por uno de sus muslos. Las hienas hacen el amago de acercarse de vez en cuando pero no entran en la charca. Suponemos que el Kudu intuye que estas no se sienten cómodas dentro del agua y no se mueve de allí. Las dos hienas adultas lo vigilan mientras las más jóvenes juegan tranquilamente, esperando a que la gacela pierda fuerzas y puedan abalanzarse sobre ella. Es sólo cuestión de tiempo.

Cuando estamos a punto de irnos, un felino enorme sale de entre la maleza hacia la carretera. ¡ES UN GUEPARDO! ¡NO DAMOS CRÉDITO! ¡SE ACERCA, SE ACERCA HACIA NOSOTROS! y se pasea entre los coches Nos revolvemos nerviosos dentro del habitáculo pasándonos las cámaras unos a otros intentando captar la mejor instantánea. Lo tenemos pegado investigando este lado de la calzada.

Suponemos que están acostumbrados a estos bichos gigantes que hacen ruido y huelen fatal, pero por si acaso todo el mundo sube las ventanillas inmediatamente. Resulta muy emocionante no saber cómo va a reaccionar. Hace poco vimos en un documental cómo uno se subió a un Jeep y atacó por la ventanilla al conductor, que pasó un mal rato pero consiguió zafarse y pudo contarlo.

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Atardecer africano 
 
A lo largo del día vas encontrando todo tipo de animales al borde de la carretera
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Amaya y Luis celebrando su aniversario. Y ya son 11 años de casados....
 
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