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Muy cerca hay otra iglesia que ensalzan las guías y que suponemos que será por lo menos espectacular. El taxista al principio se hace el sueco y nos lleva hasta Madaba, el pueblo donde visitamos una iglesia en la que hay pinturas bizantinas y un gran mosaico en el suelo, frente al altar. Decepcionados con la visita, nos vamos todos a comer a un italiano y después le pedimos al taxista que de camino a Amman nos lleve a ver la iglesia que nos falta y que estaba incluida en la entrada del Monte Nebo. Nos lleva por unos caminos bastante solitarios por el desierto hasta que por fin llegamos a un punto donde hay una especie de caseta de depuradora. Salimos las belgas y yo porque el resto del equipo no tiene ni ganas de bajarse del coche. Rodeamos la caseta y no vemos por ninguna parte restos de nada parecido a una iglesia. No entran las risas y la desesperación y cuando llegamos al coche, nos dice el taxista que Luis se ha metido en la caseta. Cuando entramos nos encontramos a Luis admirando un suelo de mosaico que pertenecía a la Iglesia que buscábamos. Eso era lo que había que ver.

El camino de vuelta en la furgoneta es un puro reír, chistes entre las belgas y nosotros e irónicos comentarios sobre la cantidad de iglesias virtuales que nos hemos perdido. Pero el viaje se hace eterno. Estamos agotados. Tenemos ganas de llegar a casa de Akram, que está llena de polvo pero fresquita, de jugar con KIKO, de rehacer las maletas y de beber algo fresco. Parece que no llegamos nunca. Atravesamos un par de pueblos, un desierto, todas las calles del mundo de Amman……..Y cuando llegamos Akram no está. Así que le tenemos que esperar en el portal.

Salgo con Sara a comprar una sandía de 10 Kilos para la cena y pasamos por delante del hotel que está a espaldas de la casa de Akram. Se celebra una boda y pasamos por allí justo en el momento en el que hacen su entrada los novios, donde todos les reciben cantando y …CON UN REPIQUETEO DE PALMAS AL MAS PURO ESTILO ANDALUZ ¡…. Si  que estamos muy cerca de los árabes, muy cerca…...

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Algunas de los más antiguos mosaicos de estilo bizantino se encuentran en perdidos rincones de Jordania
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Subimos al avión que nos devuelve a casa con un montón de emociones y recuerdos en nuestros corazones
El teléfono suena y las maletas tardan en llegar(como casi siempre). Familia y amigos nos esperan a unos metros de aquí.
Y qué mejor que un buen jamón para celebrar nuestro regreso a casa...
Amaya parece preguntarse: Y¿por dónde empiezo? ¿Qué hago yo aquí?...
Comienza una nueva etapa en la vida de los cuatro.
Hogar, dulce hogar...

27 de julio        Aniversario del viaje

Pues hoy teníamos pensado ir a ver las ruinas romanas de Jerash y luego un espectáculo de cuadrigas romanas, pero estamos hasta el moño de ver cosas y después de la decepción de ayer y el calor que hace, decidimos que mejor pasamos el último día fresquitos en un mall, sin prisas.

Pero, ¿es realmente nuestro último día del viaje? No puede ser, no lo sentimos así…..Mañana se supone que será un día especial pero sentimos que vamos a otro destino del viaje. No estamos nerviosos, aunque las niñas, sí, están ansiosas por llegar y ver a sus amigas….... Además, es verdad que estamos cansados. No nos arrepentimos ni nos quedamos con pena de no haber visto las pirámides ni el Nilo, porque esto de ir planificando sobre la marcha ya es agotador y las niñas tampoco están motivadas. Es el momento de volver, temporalmente, quizás.

Es nuestro último día, y se parará el mundo, por lo menos , porque se acabó nuestro sueño y no hay cohetes ni fuegos artificiales, ni palmas (bueno, las de ayer a los novios). Miramos atrás y no nos parece que hayamos visitado tantos sitios, ni conocido a tanta gente, ni que haya pasado UN AÑO. Pero sí, sí la herida de la pierna de Luis nos despierta y nos confirma que sí ha sido real, que no lo hemos soñado, que hemos llevado a cabo el mejor proyecto de nuestras vidas y que ha pasado tan rápido... Hoy  se cumplen exactamente 11 meses desde que salimos de casa. No han parecido tantos.

Con todos estos pensamientos nos vamos en taxi al mall sabiendo que a partir de mañana quizá no volveremos a ver a estas gentes, ni sus velos, ni oiremos este idioma con el que parece que se ahogan al hablar, y sobre todo, que no volveremos a oír ese mágico canto de los muecines desde los minaretes de las mezquitas.

Por la noche teníamos planeado invitar a Akram y a Bianca a cenar y más tarde se nos unió Mahmoud, su mejor amigo, un jordano encantador. Salimos a una zona moderna, de construcción bastante nueva, con calle peatonal y muchas tiendas alrededor, las de siempre, Mango, Pull & Bear, etc…..y había un ambiente tremendo en la calle. No hacía demasiado calor y la gente salía a cenar o a pasear. Conseguimos la última mesa en una terraza de un restaurante y cenamos todos juntos contando anécdotas del viaje, la relación de los jordanos con sus vecinos saudíes, la crisis económica mundial…...

Una vez en casa de Akram y Bianca, acostamos a las niñas y tenemos una agradable conversación de la Historia de los árabes en España, tema del que Mahmoud parece estar bastante informado. Así fue como descubrimos, entre otras cosas, que los aros negros que los árabes llevan en la cabeza sobre el turbante, no es para sujetárselo si hace viento, sino una señal de luto, luto por la pérdida del Al Andalus en España en el S. XV.

La aridez del paisaje jordano contrasta con la amabilidad de sus gentes

Nos vamos a la cama sin hacernos a la idea de que mañana es nuestro último vuelo del viaje. No podemos dormir porque Luis y yo cuchicheamos sobre los detalles de la vuelta, sobre cómo ha salido el viaje, sobre volver a repetir la aventura…

28 de julio        Once meses y un día

Nos despedimos de Akram y Bianca y el taxi nos lleva por las calles de Amman bajo un sol limpio y cegador, hasta el aeropuerto. Tenemos cinco horas de vuelo por delante y esperamos poder descansar, pero nuestro gozo se queda en el pozo cuando nos damos cuenta de que al avión sube un nutrido grupo de escolares, además de varios bebés, que para no variar, nos tocan muy cerca.

El último vuelo ha sido el más terrible de todos, con niños dando patadas a los asientos por detrás, bebés gritando y llorando, películas que se oyen mal, una comida que ni fu ni fa, y en definitiva, sin poder pegar ojo.

Yo no quiero pisar tierra, me imagino que volamos a otro destino más a ver otra civilización, marcianos, no sé, pero no Madrid. Al llegar me dan ganas de atravesar la Terminal y embarcarme con lo puesto en otro vuelo, a donde sea. Las niñas, sin embargo, van nerviosas y emocionadas, quieren ver  a todos a la vez, quieren llegar a casa, tener sus cosas otra vez…….Todas esas sensaciones que hemos estado viviendo a diario se van a esfumar de repente y quedarán colgadas de un hilo del recuerdo por mucho tiempo, o hasta la próxima vez, el próximo viaje.

Las maletas tardan en salir y pensamos en lo gracioso que sería terminar el viaje con la pérdida de las mismas en el aeropuerto de Barajas. Al final las descubrimos en otra cinta que no pertenece a nuestro vuelo, en la última cinta de la enorme sala de recogida de equipajes de la T4, solas, dando vueltas en silencio, como si ellas tampoco quisieran acabar el viaje.

Al llegar a casa nos la encontramos con todo colocado, sin los plásticos encima cubriendo los muebles, como si no nos hubiéramos ido y las niñas enloquecen cuando en el salón se encuentran LOS PAQUETES DE REYES ¡!!!! Ainhoa descubre una pata de jamón de serrano de la que no se separa hasta que su abuelo la abre y empieza a cortar jamón, ese jamón que es único en el mundo, ese jamón que sabe a lo nuestro, a casa, a terracita, a tapas, a campo, a fiesta, a ESPAÑA.

31 de agosto       La reentrada

No parece que estemos en “nuestra” casa. Todo funciona, todo está casi en su sitio. Sin embargo tenemos la falsa sensación de que vayamos a partir en dos o tres días, como si fuera otra escala más del viaje. Todavía no hemos deshecho las maletas, sólo están abiertas para coger lo necesario, como hace tres días, y hace diez, y hace cien…..

Luis y yo hemos tenido un shock paralelo. El, primero pensó en la casa vacía, toda cubierta de plásticos, silenciosa, con todos los objetos acumulados en las baldas observando durante 335 días las sombras en la casa que van y vienen cada día hasta que viene la noche, como en los documentales a cámara rápida. Pero abrimos el armario: ¿qué es todo esto? Esta ropa es mía? ¿estos trajes? Yo tenía tanta ropa? El no lo ha vuelto a abrir y a mí me da pereza mirar el mío. Seguimos vistiendo con la ropa del viaje.

Pero de repente un día, el ruido tan familiar del centrifugado de la lavadora que se te graba en la memoria for ever and ever, me dio la bofetada definitiva que me decía que sí, que habíamos vuelto., que el viaje se ha acabado.

Ainhoa duerme con una sonrisa de oreja a oreja abrazada a su almohada favorita y Sara cambia de sitio una y otra vez las fotos de su cuarto. Hace tres días que apenas les vemos porque salen a jugar al jardín con sus amigas y solo vuelven para comer y dormir.

Y mientras tanto no podemos dejar en pensar en los innumerables lugares que hemos visitado, las gentes que hemos conocido; en las camas tan distintas pero tan cómodas al final, incluso los colchones en el suelo, la cantidad de aviones tan distintos y todos tan iguales que hemos cogido; las playas, los mosquitos, los taxis cochambrosos de la India y los  impolutos de Pekín……..

No tenemos planes definidos a corto plazo ni podemos prever qué nuevas sensaciones nos esperan, pero lo que sí sabemos es que tenemos el corazón lleno de mundo, la cabeza llena de anécdotas y la satisfacción de haber cumplido nuestro sueño, de haber tenido la sensación de haber vivido mucho más, de haberlo podido compartir con nuestras hijas. Y ahora sólo nos queda pensar en otro proyecto, ¿otro viaje largo cuando las niñas sean adolescentes? Quizás…

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Las niñas son las más felices al reencontrarse con sus amigas
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