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24 de julio        Un buen susto

Petra da para mucho así que hoy atravesamos de nuevo el siq a media mañana y la diferencia es notable. Para empezar casi hay que ir pidiendo permiso para pasar por todas partes por los grupos de excursiones y los no madrugadores (como nosotros hoy) invaden el cañón. Pero la Naturaleza es selectiva con el Dominguero y hoy tenemos la intención de volver a la entrada por otro cañón, el pequeño, más al Sur. El que apenas nadie conoce aunque aparece en las guías. Antes de iniciar la búsqueda paramos en el puesto de nuestro Jack Sparrow particular, que nos enseña a anudar los pañuelos en la cabeza de las niñas.

Para encontrar la entrada hay que salir del camino principal y bordear otra hilera de fachadas monumentales que se van alejando de la zona más visitada y que es mucho más abierta, pero esto es fácil decirlo en las guías. Poco a poco nos damos cuenta de que no hay nadie alrededor en bastantes metros y que nos adentramos en un valle seco donde ya no hay ni puestecillos ni agua, ni camino, sólo polvo, rocas y piedras. Nos quedan sólo dos botellas de 1 litro pero suponemos que será suficiente y estamos decididos a encontrarlo porque los locales ya nos han dicho que merece la pena.

 

Este estrecho cañón sirvió en su época como desagüe de una pequeña presa que había en la parte alta de las ruinas, por lo que en algunos puntos del recorrido de menos de 1 metro de anchura tenemos que “escalar” por los restos acumulados y atrapados que arrastraba la corriente hacia la salida, marañas de palos, ruedas, alambres y vaya Ud. a saber qué más. En temporada de lluvias avisan que es peligroso adentrarse por aquí porque puedes ser arrastrado por la corriente. Afortunadamente todo el recorrido es en sombra. Las niñas empiezan a divertirse como exploradoras y les emociona ir descubriendo lo que hay detrás de cada vuelta. A Sara le llaman mucho la atención las vetas multicolor de las paredes a las que hace fotos y más fotos. 

 

Como llegamos agotados a la entrada del siq, es fácil convencernos para hacer el último tramo a caballo. Sara y Luis delante y Ainoa y yo detrás en otro caballo. El guía le deja ir solo al caballo de Luis primero mientras espera a que llegue el segundo caballo para nosotras y acompañarnos. Cuando nos vamos acercando a la parada final nos damos cuenta de que Luis tiene a Sara en brazos que está llorando y hay dos señoras con ellos. El guía sale escopetado para ver qué ha pasado. Los caballos están atados un poco más adelante. Sara y Luis están los dos heridos pero enteros y el guía llama inmediatamente a alguien para que nos saquen de allí en coche. Está lívido.

Aparentemente lo que sucedió es que el caballo de Luis fue solito hasta su sitio, pero al lado había otro macho que al sentirle cerca empezó a cocear. El caballo de Luis y Sara se puso nervioso y se encabritó. Ante el temor de más coces, Luis decidió tirarse al suelo con Sara y cayó encima de ella. Alguien agarró las riendas de los caballos y los apartó para que no pisaran a Luis y Sara que se arrastraron por el suelo alejándose de los caballos. Sentados en los escalones podemos ver que Luis tiene una buena herida en la pierna y en una mano. A Sara le duele la cadera y se ha hecho un raspón en el brazo. Pero lo peor es el susto que se llevó, cuando empezó a gritar y allí no había nadie con los caballos.

Este cañón es tan, tan estrecho que nos pusimos a dieta para poder pasar...
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A media mañana el siq se convierte en una autopista de gente, carros y animales.

La desesperación de Sara le hace llorar cuando después de tres cuartos de hora dando vueltas bajo el sol decidimos seguir un pequeño cauce de un río, el supuesto Wadi Mussa, en la base de la colina que está requeteseco para poder encontrar la entrada entre los muros de piedra.

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Del caballo al hospital en un suspiro...Y es que Luis parece "el Pupas". Menos mal que no fue nada grave.

A toda velocidad el guía nos lleva en un jeep a un médico que él conoce pero insistimos en ir al hospital porque la herida de la pierna de Luis tiene muy mala pinta. El guía está apuradísimo pero sabemos que no es culpa de nadie, los animales son imprevisibles. El decía que conocía a su caballo, que era incapaz de tirar a ningún jinete, pero era en cierto modo responsable ya que no estaba allí con sus caballos.

En el hospital, a las afueras del pueblo, les hacen radiografías y comprueban que no hay huesos rotos. La herida de Luis es aparatosa pero no grave. Mientras le inyectan un calmante y le hacen las curas, de lo único que saben hablar enfermeros y médicos con nosotros es de fútbol, del Real Madrid otra vez y el pobre guía nuestro, un chico muy joven, se pone furioso al ver que llaman a la policía para ver si queremos poner cargos contra él. Le decimos que por supuesto que no pero él no entiende que un procedimiento administrativo regular, como en todas partes. Al final se hace cargo de los costes e incluso nos compra unos refrescos de camino al hotel. Pero está que trina pensando que los del hospital le han querido cobrar más por ser extranjeros y por lo del parte a la policía.

Descansamos en el hotel, salimos a cenar y pensamos en los tres días que nos quedan para acabar nuestro viaje.

Cuando salimos del cañón a campo abierto otra vez y hay dos caminos  pero no sabemos cuál tomar. Luis se adelanta un poco mientras para explorar el equipo femenino descansa, bebe el esto del agua y se come los dos plátanos que nos quedan. De camino a la salida nos saludan unas beduinas, sentadas en lo alto de unas rocas como los aldeanos en los bancos de un parque. Hay gente, así que estamos cerca del final!

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Volvemos al hotel hechos polvo, cansados y maravillados por el espectáculo natural de este lugar tanto de noche como de día, pero un poco decepcionados por el espectáculo humano, un poco pobre, y al que pensamos que se le puede sacar mucho mayor partido. Seguramente habrá restricciones para utilizar electricidad o medios de transporte en el interior del siq, ya que es un lugar frágil y que hay que mantener como sea en su pureza natural. De hecho en algunas guías ya se habla del deterioro que está sufriendo el cañón y las ruinas en general, aludiendo a hechos como el del aumento de la humedad en el interior del siq y de las tumbas debido a la condensación de la respiración y transpiración humana. Acabarán por limitar el acceso a un número determinado de visitantes por día. Quizá por eso los beduinos no quisieron abrir al mundo su secreto mejor guardado.

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Regresamos a Amman y vemos como algunos viajan más cargados que nosotros

25 de julio        De vuelta a Amman

Para volver a Amman tenemos dos opciones:

1.- dos horas en taxi

2.- ir en autobús que es más barato pero esto significa plantarse en la estación o más bien la explanada donde ellos saben que paran los autobuses y esperar hasta que se llene la furgoneta (porque no son autobuses) para salir, que puede ser media hora o cinco.

Decisión: tomamos un taxi, que saldrá a la hora que nosotros pidamos, iremos más fresquitos y directos hasta la puerta de la casa de Akram.

A media tarde llegamos a Amman, grande, blanca y polvorienta, llena de vida. Akram nos recibe con mucha alegría y nos cuenta que hoy mismo también llegan las belgas con las que estuvimos antes de irnos a Jerusalén. Ellas han ido a Líbano y Siria y vuelven hoy también. Antes de que llegue Bianca, su mujer, nos vamos a hacer la compra a unas tiendas cercanas y hacemos cena para todos otra vez.

En un momento dado yo estoy lavando la ropa en una cubeta en el baño y se acerca Akram que quiere decirme algo y no sabe cómo. Me pide al final que me cubra por favor, porque voy con una falda pantalón verde kaki de safari por encima de las rodillas. No faltaba más y me cambio con una falda larga.

26 de julio        El Mar Muerto y todo lo demás, también.

Llegamos a un acuerdo con las belgas y alquilamos un taxi para todo el día, para ver el Mar Muerto, el Monte Nebo y el pueblo de Madaba, lugares por los que han circulado innumerables personajes bíblicos.

A 1 hora de camino y con una notable diferencia de temperatura (volvemos a los 40 graditos), llegamos a orillas del Mar Muerto. Nos cambiamos y tímidamente nos acercamos a la orilla. Hay muy poca gente en la playa pública, bien equipada, con baños, duchas y un par de bares. El agua es transparente aunque a lo lejos se ve muy oscura. La soledad del paisaje que nos rodea nos hace sentir insignificantes ante las dimensiones de este gran lago rodeado de montañas áridas.

El agua está fresquita y cuando te dispones a nadar..¡UUUPPSSS! No puedes ¡Porque automáticamente el culo es elevado a ras del agua y la postura no es la más idónea para nadar!. Nos entran las risas de vernos a nosotros mismos haciendo piruetas en el agua, sin ningún esfuerzo y flotando como patitos de goma. La altísima concentración de sal de esta agua hace que nuestros cuerpos tengan una flotabilidad increíble y que no haya prácticamente vida en ella. Hay que tener cuidado, porque un salpicado de agüita en los ojos te puede dejar muy mal parado. Lo mismo que si tienes heridas recientes, o si te acabas de depilar.

Para rematar el baño, imitamos a unos señores que están dándose un baño de barro, un barro que más bien parece cemento pero que es suave y aceitoso. Sara se ha quedado bajo la sombrilla pues con su dermatitis no se atreve a meterse en al agua y Ainhoa sin embargo disfruta masajeando el barro y rebozándose en él…Las belgas se ríen, prueban el agua un poquito y esperan a la sombra.

Después de quitarnos la sal del cuerpo bajo las duchas de la arena, nos montamos todos en el taxi y nos vamos a ver el monte Nebo, en el que Dios le señaló a Moisés la Tierra Prometida, después de peregrinar durante 40 años por el desierto y cruzar el Mar Rojo. Desde lo alto de la colina, lo único que podemos ver son unos olivos cubiertos de polvo y un valle blanco, el valle del Jordán, rodeado de colinas también blancas, un desierto vaya. Pues en el Monte Nebo, se puede ver además, un suelo de mosaico que es bastante curioso.

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La altísima salinidad del Mar Muerto nos hace flotar como si tuviéramos flotadores
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Después de un baño de sal, las chicas se pringan de barro para cumplir con su tratamiento de belleza diario
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Conversaciones con Dios...

Dios:- Y aquí tienes, Moisés, ante tus ojos, la Tierra Prometida, la Tierra que habitará tu pueblo y toda tu descendencia

Moisés:- Gracias Señor, pero llevo 40 años en el desierto, y no he visto un árbol en condiciones. ¿No podrías darme mejor algo como Brasil, verde, con playas y cocoteros? ¿Algo que no dé tanta sed y donde no haga tanto calor? ¿Algo donde podamos construir nuestras casas entre palmerales?

Dios:- No te quejes, que además tienes aquí mismo un gran Mar, el Mar Muerto.

Moisés:- Gracias Señor, pero es que en ese mar no hay ni peces, no podremos pescar. Sin embargo en las costas de Brasil hay unos peces que…..

Dios:- Moisés, es lo que hay.

Y Moisés, temeroso de Dios, aceptó su oferta. Hasta hoy.

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