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Intentamos también ver la mezquita, una verdadera maravilla arquitectónica y muy bien conservada, pero es viernes y luego Sabbat con lo que está prohibida la visita a los que no sean musulmanes y nosotros, por mucho que nos disfracemos no damos el pego así que no nos dejan pasar.

Desde las murallas se tienen unas vistas magníficas de la zona vieja y la nueva de Jerusalén

Comemos en el mismo sitio en el que estuvimos con Sandra y nos vamos a casa a descansar un poco para salir a última hora de la tarde. Aprovechamos para decidir qué hacemos con Egipto: si cruzamos a Amman otra vez para bajar al sur, cruzar Israel y de ahí a Egipto, significa que hay que pasar cinco fronteras con sus tasas de salida y visados y encima en la del puente del rey Hussein se paga el DOBLE que en las demás de Israel. Si bajamos directamente desde Jeru a Eilat, la costa de Israel, cruzamos sólo tres veces y nos ahorramos la del puente del rey Hussein que son casi 300 dólares, así que decidimos que con lo puesto, nos vamos a Egipto y hacemos rápidamente la reserva en un resort cerca de la frontera con el “todo incluido” que nos habían contado la pareja española en la frontera.

Ya no hace tanto calor y es muy agradable pasear por las calles de la ciudadela. Vamos todos como en procesión, a paso ligero hacia el muro de las lamentaciones donde los viernes se reúnen cientos de judíos para rezar. Vestidos con sus mejores galas (normalmente de negro) les  vemos en grupos por la calle, con sus abrigos, sus gorritos y sus pelucas.

Al llegar al muro es casi de noche y hay muchísima gente, entre judíos, curiosos y turistas. Los feligreses están separados por una valla porque las mujeres no pueden mezclarse con los hombres y además éstos tienen el privilegio de tener una parcela de muro sensiblemente mayor. Por lo visto las mujeres pueden tener contacto divino individualmente, pero ellos no, no pueden tener una conversación con el divino a no ser que estén en grupos de cinco  o más.

A simple vista hay mucha alegría, todo el mundo está cantando o rezando, hay mucho movimiento y da la impresión de que todos se han fumado un buen porro colectivo. Además si te fijas durante un rato, llegas hasta a entrar casi en trance (cosa prohibida para ellos) del MAREO que pillas siguiendo ese rítmico balanceo con la cabeza hacia delante en dirección al muro. Realmente creemos que llegas a otro estado con estos rezos.

El otro día Luis pudo asomarse a una especie de recinto más protegido a la izquierda del muro donde están los rabinos y donde hay un montón de librerías con las Torás. Allí no pueden entrar mujeres, pero sí pueden atender a los rezos desde un piso superior y verlo a través de un cristal. Ni cortas ni perezosas encontramos la entrada hacia ese escondite por el mismo sitio desde donde se entra a los antiguos túneles del muro que están todavía en restauración. Después de caminar como unos 200 metros llegamos a la pequeña sala donde rezan las mujeres. Este ha sido de los pocos momentos en los que una se siente centro de todas las miradas y no por guapa precisamente. Las niñas se deslizan sigilosamente para poder ver desde primera fila pero yo, incómoda, enseguida me doy cuenta de que no deberíamos estar ahí, así que las cojo de la mano y salimos.

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A pesar de la "locura" religiosa que se vive en esta ciudad, el espectáculo de miles de personas rezando a su dios mezclados con el canto de los muhecines llamando a la oración o los cánticos de los rabinos judíos encerrados en sus escuelas repletas de alambradas, forman un espectáculo casi mágico e inolvidable.
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11 de julio        De nuevo cambio de planes

Hoy nos hemos acercado al Monte de los Olivos a última hora de la tarde, para evitar el calor. Subimos al montecillo en un minibús de línea que funcionan muy bien. Desde la parada en cuestión, donde ya no hay tanto tráfico y donde se ven los burros atados a los olivos como el que ha dejado aparcada la Derby, caminamos unos 100 metros hasta el mirador para contemplar las bonitas vistas de la ciudadela, con un sol redondo a punto de esconderse y con la letanía de los cánticos desde los minaretes de las mezquitas. Estamos subidos a una colina con siglos de Historia, viendo de frente los muros que encierran otros tantos siglos de religión.

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Al volver el minibús rodea toda la colina por detrás, lo que al principio nos desespera un poco, pero esto nos da la oportunidad de poder apreciar en la barriada de enfrente el MURO, pero el del siglo XX, el de los Israelíes, el que sí debería bautizarse de las “lamentaciones” porque no hay nada más desalmado y vergonzoso que aislar a una comunidad de esta manera. Nos quedamos mudos durante un rato y pensamos en las palabras de Akram.

Hemos decidido cambiar de planes drásticamente y mañana, en vez de volver a Amman, nos vamos a Egipto, a la playa.

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Desde el Monte de los Olivos vemos un hermoso atardecer sobre esta ciudad única en el Mundo.

12 de julio        La tierra de la Nada

Pero qué calor, qué desierto,.. Por favor, que no se pinche una rueda del autobús porque moriremos todos achicharrados. No hay ni una sola brizna verde… La carretera del desierto discurre paralela a la orilla oeste del Mar Muerto, donde efectivamente todo está muerto, dentro y fuera. Pasamos por una zona de hoteles gigantescos construidos en medio de la nada donde se supone que viene la gente de vacaciones a flotar en esta agua y poco más porque no hay nada en los alrededores, sólo la marquesina de la parada del autobús. Y para más INRI por el camino se ven otras marquesinas al borde de algún caminillo que lleva al interior y donde se adivinan instalaciones militares al final del mismo, o al mismísimo infierno porque a mí esto se me antoja lo más parecido.

Llegamos al pueblo más septentrional de Israel, Eilat a orillas del Mar Rojo. De allí otro autobús de línea que en pocos minutos nos deja en la frontera con Egipto, trámite que maleta al hombro nos lleva como unos diez minutos. No hemos ni cruzado la puerta cuando ya vienen como moscas a negociar los taxistas con sus chilabas largas, sus turbantes y esos dientes amarillos y bigotes y uñas negras.

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Ya lo hemos leído en la guía y ya nos lo ha dicho mucha gente. Los egipcios son un poco gitanos y te regatean todo. El caso es que el taxi furgoneta no sale hasta que lo llene con diez personas y misteriosamente no pasa mucha gente a pie por esta frontera así que podemos estar aquí horas… Con nosotros cruzan unos chicos israelíes a los que convencemos para que vengan con nosotros. Luego aparecen otra pareja, palestino él y húngara ella. Ya somos ocho, faltan dos. Después de hora y media a 40 grados y con las niñas ya tiradas en una sombra y de mucha charla le decimos al taxista que se porte un poco y que nos larguemos.

Este desierto está seco, seco, seco. La aridez es extrema, pero bueno, es la Tierra Prometida ¿no?

Peeeero entonces donde dije Digo, digo Diego y lo que antes eran 50 ahora son 80. Los del grupo que hablan árabe le deben poner de vuelta y media pero al final nos montamos y por fin nos vamos. A 200 metros se para y aparece otro tipo son chilaba que nos dice que hay que acoquinar otros 20 por persona y nosotros nos negamos en rotundo. Sabemos que si no vamos más allá de Sharm el Sheik (a 200 Km) no tenemos que pagar tasas de entrada. Pero nos cuentan una película, todos los demás pagan y nosotros también pero le pedimos al tipo una factura oficial. Nos la trae y nos quedamos más tranquilos.

Dios mío que el hotel esté bien por favor, que esto es un puro desierto. Habrá calles, o alguna tienda. No llevamos bañador para Luis y no tengo ni una sola crema ni las gorras ni nada para cambiarnos. Afortunadamente traigo los pareos que siempre llevo a todas partes. Anda mira, el hotel que nos dijeron los de la frontera de Jerusalén. Pero si no hay nada, sólo el resort del hotel y… ¿cómo van hasta la playa?.... Por fin llegamos a Taba Heights, otro resort aislado en medio del desierto y comunicado por otros hotelazos al borde del Mar Rojo por un ¡CAMPO DE GOLF!

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Y ya estamos en Egipto donde nos dedicaremos al "dolce far niente", o sea, a no hacer nada, a descansar y descansar.

Del 13 al 22 de julio        Bajo el calor de Egipto

Pues el resort de cuatro estrellas a precio de dos nos ha gustado mucho: la habitación es magnífica, el aire acondicionado funciona muy bien, el buffet es fantástico y sólo nos falta decir a todos "beeee, beee, beee..", con la pulserita en mano del todo incluido.

Lo primero que tenemos que hacer es comprar bañadores y cremas para el sol porque hemos venido con lo puesto de Jerusalén. Cada noche vemos cómo las inglesas visten sus mejores galas, disfrazadas de berzas, como si salieran por el centro de Londres, y nosotros con nuestras chanclas y la misma camiseta todos los días. Pero este clima tiene algo fenomenal y es que lavas, e incluso sin tener que escurrir mucho, se te seca todo a los diez minutos de reloj.

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Pero necesitamos descansar, ya no podemos más, las niñas están aburridas de todo y lo de viajar por Egipto por nuestra cuenta se nos hacía muy cuesta arriba. Estamos a 40 grados a la sombra y lo único que hacemos es ir de la habitación a la piscina y otra vez a la habitación. No entendemos cómo estos ingleses pueden pasarse el día entero en las hamacas de la piscina y encima tomando el sol. En el complejo hotelero hay una especie de calle con tiendas que se anima un poco por las noches. Durante el día, no hay un alma paseando, excepto nosotros que vamos y venimos al bar de atrás para poder conectarnos a Internet. Las niñas hacen amigas en el club de niños, donde incluso aprenden árabe y por la noche antes de la cena se lo pasan bomba en la minidisco.

Las hijas de la...Gran Bretaña no abandonan su innata elegancia. Aquí tenemos una manada al acecho de una incauta presa masculina...
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Las niñas se lo pasan en grande en la guardería para niños o en la enorme piscina del hotel
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