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Los egipcios son muy amables y atentos, incluso nos dejan ir un día a visitar las cocinas, ya que Ainhoa está tan empeñada en tener su propio restaurante cuando sea mayor y nos vuelve locos con preguntas sobre quién hace qué, dónde se  compra tanta comida, cómo se cocina para tanta gente, quién pone nombre a los platos, etc, etc…..

Éstos días en Taba fueron de tranquilidad absoluta
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Luis aprovecha para hace snorkling en el mar, donde desde la orilla ya se ven un montón de pececillos, pero hay corrientes frías y a nosotras no nos apetece mucho la idea. Además moverse del hotel a la playa a 45 grados, no acompaña.

Un día Sara nos hizo una pregunta curiosa:

-Mamá. ¿Por qué esas chicas no se han quitado el traje de bucear para venir a la piscina?

-No es el traje de bucear, hija. Es su traje de baño normal. Son musulmanas y ya sabes que deben ir tapadas.

-Pero mamá si es de cuello vuelto, manga larga y hasta los tobillos y llevan encima un vestido!!!!!!

Durante varios días podemos observar en la piscina a varias familias musulmanas. Los hombres y los niños disfrutan y juegan en el agua, mientras ellas se pasan las horas muertas en las hamacas en la sombra tapadas de pies a cabeza incluso con calcetines. Nos parece anacrónico y anti todo. El caso es que un día preguntamos a una chica monitora en el club de niños que sí llevaba velo en la cabeza y nos dijo que algunas lo hacen por los maridos, que las obligan y otras porque quieren, porque es una muestra de su relación con dios.

El penúltimo día nos fuimos a ver el festival que hacen en las callecillas de detrás del hotel todos los viernes por la noche y entre otros espectáculos acudimos a uno que nos deja boquiabiertos. Durante 20 minutos ETERNOS un bailarín ejecuta un baile en el que va cambiando de faldas y capas sin dejar de girar sobre sí mismo. Nos recuerda a los derviches giróvagos de Turquía, esos bailarines que giran y giran y giran buscando entrar en trance y por lo tanto en contacto divino, y no dejamos de pensar en qué equilibrio o qué tipo de entrenamiento deben tener para no caerse, para aguantar dando vueltas 20 minutos y para no desmayarse después. No se os ocurra intentarlo.

23 de julio        ¡¡¡ Oh, Petra !!!

Hoy es nuestro primer día en Petra pueblo y en Petra ruinas. Petra pueblo es sorprendentemente pequeño para ser un lugar tan turístico y además es muy incómodo, pues está ubicado en la ladera de una montaña y no hay una sola calle plana, todo son cuestas y además está todo como muy desperdigado. Afortunadamente el hotel está bastante céntrico y muy cerca de la entrada a las ruinas, a las que vamos en taxi por 1 euro. Con sus minaretes despuntando como agujas que quieren alcanzar el cielo y sus atardeceres rojos sobre unos habitantes bulliciosos, este pueblo amanece escoltando un tesoro escondido a propósito durante siglos.

De las ruinas de Petra ya se sabía desde hace mucho tiempo. Fue una ciudad  secreta hasta que en 1812, el explorador suizo Burckhardt, engañó a los beduinos, recelosos de cualquier visita extranjera. En su camino para descubrir el nacimiento del Río Níger, este explorador vivió en Siria durante dos años donde se convirtió al Islam y aprendió a hablar, vestir y actuar como un musulmán. En su paso de Damasco al Cairo oyó a las tribus locales hablar de unas ruinas fantásticas, que él sospechó podían ser las tan buscadas de Petra.

 

Se sabe que Petra estuvo habitada ya desde el año 7000 AD y que su mayor apogeo tuvo lugar durante el reinado del rey Aretas IV, entre el 8 AC y el 40 DC. Allí, la tribu anteriormente nómada, se asentó, creando cisternas, presas y un sistema hidráulico único para abastecer a la ciudad del agua de lluvia, la única existente en el lugar. Se construyeron grandes fachadas de tumbas y templos al más puro estilo helenístico, espejo de la floreciente riqueza de sus habitantes. Durante esta época florecía el comercio de las caravanas en la ruta de la seda y las especias, y Petra era un enclave seguro y protegido por el famoso Siq, el cañón natural por el que se accedía a la ciudad, hasta que llegaron los romanos que también dejaron su huella en Petra. Y con las nuevas rutas marítimas por el Mediterráneo, Petra fue cayendo en el olvido. Años más tarde llegó Adriano y después los bizantinos. Los terremotos de los años 363 y 551 destruyeron gran parte de la ciudad y cuando llegaron los musulmanes en el siglo VII Petra no era más que un poblado de 700 personas.

Todavía hoy se siguen haciendo excavaciones en este singular lugar del que sólo se ha descubierto un 5%, siendo el último hallazgo en 2003, una tumba bajo la fachada de la fachada del Tesoro. Las inundaciones, la erosión y el deterioro del turismo han hecho que Petra se encuentre en un estado de alarma y recuperación en el que participan diversos gobiernos extranjeros, entre otros, el suizo, sintiéndose “padre” del descubrimiento.

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Mercadillo nocturno en Taba
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Con la excusa de ir a sacrificar una cabra ante la tumba de Aarón, al otro lado del valle, pudo pasar por el desfiladero y sin detenerse y sin poder hacer bocetos ni escritos, tuvo la oportunidad de ser el primer occidental en tener ante sus ojos la increíble maravilla de esta antigua ciudad nabatea. Inmediatamente informó a Londres y Europa que años más tarde pudieron mandar expediciones para su estudio, no sin antes tener problemillas con los locales. Más tarde descubrió Abu Simbel, en Egipto y murió a los 33 años de disentería.

En Petra encontramos la autenticidad que echamos de menos en otros sitios
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22 de julio        Tomando el té en casa del taxista

Salimos para la frontera entre Egipto e Israel en taxi, el mismo que nos trajo. Para llegar a Jordania por el Mar Rojo debemos pasar de Egipto a una pequeña franja de unos 20 Km de suelo israelí y después la frontera con Jordania, en Aqaba. Cuando salimos del hotel nos encontramos al taxista arrodillado con el culo en pompa sobre una alfombrilla, al lado del coche. Esperamos a que termine de rezar y nos vamos. Por el camino recoge a otras dos personas que se bajan un poco más adelante. Llegamos a la frontera egipcia y pasamos sin ningún problema pero la barrera israelí está cerrada y hay una buena cola de gente esperando AL SOL. Los niños y algunas mujeres están a la sombra.

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A la media hora abren y podemos pasar todos (algunos llevaban dos horas allí). Procuramos que no se nos cuele ningún árabe y salimos a Israel. Otra vez a negociar con los taxistas y cuando por fin llegamos a un acuerdo con uno, a mitad de camino nos dice que por ese precio no va a donde le dijimos. Le decimos entonces que nos lleve de vuelta a la frontera entre Israel y Egipto pero el tipo sigue y al final por pocos dólares más nos deja donde queríamos.

Son las 6 de la tarde y hemos salido del hotel a las 2. En el puesto fronterizo de Aqaba, el pueblo más septentrional de Jordania, hace más calor todavía. Tenemos que cruzar a pie y somos LOS UNICOS. Es en estas ocasiones cuando realmente nos damos cuenta de que probablemente seamos los únicos colgaos a los que se les ocurren estas cosas. Las niñas entablan conversación con unos agentes mientras Luis hace el papeleo y yo les explico a ellas lo que me cuentan sobre la familia real jordana.

Cuando salimos tenemos que volver a negociar con alguno de los taxistas que están a la sombra para ir hasta Petra, a 200 Km. Damos con un chico que parece muy amable pero nos dice que vamos a cambiar de coche porque el suyo está un poco viejo y para Petra tienen otro más moderno. Y para hacer el cambio nos invita a su casa, así, como si lo hiciera todos los días. Efectivamente, llegamos a su hogar de Aqaba, una ciudad que florece ante el turismo del Mar rojo. Todas las casas, de dos pisos, son de bloques blancos, porque es lo que ofrece la tierra. Esto, unido al blanco del polvo del suelo y la falta de aceras, hace que todo parezca monótono.

Al entrar casi me da un shock al ver la decoración, de lámparas con lágrimas de cristal, alfombras árabes, muebles de los años 60 y ese jarrón, estratégicamente colocado, como si se hubiera caído y hubiera hecho un dibujo imposible con las arrugas de un tul con brillo sobre el que descansa. En las paredes, blancas, dos cuadros espantosos. Sale el padre del taxista, como Omar Shariff, pero de casi dos metros de altura, y nos saluda muy atentamente. El taxista nos saca unos vasos con agua y té, caliente, caliente (pero si con este calor lo único que apetece es un granizado!. Por fin llega el otro taxista que nos llevará a Petra que habla un perfecto inglés americano. Nos despedimos de esta familia tan agradable e iniciamos nuestro camino hacia el Norte.

Poco a poco nos damos cuenta de que la temperatura, afortunadamente, empieza a descender hasta los 32 grados lo cual nos llena de gusto. Al pasar por el desvío hacia el desierto de Wadi Rum, el taxista nos dice que por pocos dólares más nos puede acercar a la entrada del parque ya que estamos en la mejor hora de luz para poder disfrutar de este magnífico paisaje lunar. Aceptamos la oferta y salimos de la autovía por una carretera en la que empezamos a ver granjas de dromedarios y asentamientos beduinos. Nuestro amigo conductor nos explica el modus vivendi de estas tribus, sus costumbres (no les gustan las ciudades, viven del ganado, todavía montan tiendas) y cómo son capaces de encontrar los caudales de agua subterránea, que deben ser muchos. Al parecer, Jordania es un país rico en agua, pero bajo tierra, porque en la superficie no hay ni un mísero arroyuelo excepto en el norte del país que sí debe ser verde.

Llegamos a la entrada del Parque Nacional del desierto de Wadi Rum, donde vemos aparcados unos cuantos jeeps, objetivo de alquiler de los turistas para adentrarse en el desierto. El taxista nos explica que con lo que se ve desde la entrada se puede hacer uno idea de qué es lo que hay más allá. Bajamos del coche y hacemos algunas fotos. El misterioso paisaje está formado por una superficie polvorienta plana de la que emergen aleatoriamente unos riscos de roca rojiza llenos de vetas de otros colores. A la luz del atardecer, rojiza también, y sin un solo poste de electricidad, las sombras que se escurren entre los riscos hacen de este paisaje algo muy lunar.

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El sol cae a plomo en este rincón del Mundo y no se ve un alma por los pueblos
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El desierto del Wadi Rum es realmente árido, duro, seco...pero eso mismo lo hace hermoso al atardecer.
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¡Menos mal que atardece y ya salimos hacia Petra!

Una hora más tarde ya habíamos emprendido la subida por unas lomas a espaldas de las cuales se empieza a descender para llegar al Mar Rojo. Por el camino paramos en un área de servicio con una tienda de souvenirs donde el beduino que nos atiende sabe algo de español. Al final nos hace la pregunta que llevamos oyendo meses: de dónde de España? – de Madrid – Oh ¡ ah! Real Madrid.- Kiko ¡ -

Llegamos a Petra de noche y el hotel, con piscina climatizada, es estupendo. De la piscina viene bastante jaleo. Son todos españoles ¡ahora lo entendemos!.

Hola a todos. Aquí estamos en el siq que lleva hasta la ciudad de Petra, realmente una de las maravillas que hay que ver en el Mundo